Érase una vez en una ciudad muy lejana, donde ocurrió un hecho catastrófico que creó historia sobre historias de esa historia, a continuación mi versión de los hechos.
Una noche, aproximadamente a las 10, se escuchó un grito desgarrador, corrí hacia aquel lugar y para sorpresa mía hallé el cadáver de una mujer, quede horrorizado, quize llamar a la policía, pero recordé que yo lo era, entonces me dispuse a iniciar la labor. Pedí refuerzos, cerqué el lugar y empecé a examinar el cadáver, minutos después llegaron mis compañeros, que despues de regañarme por no seguir el protocolo adecuadamente, los puse al tanto de los acontecimientos y empezaron a investigar la escena del crimen. Al cabo de una hora de arduo y extenuante trabajo logramos identificar a la víctima como Lizbeth García Torres de treinta y tres años de edad. No logramos hallar al responsable porque al parecer había abandonado la escena del crimen antes que yo llegara; aun así fue extraño debido al gran daño físico que había sufrido la victima y las profundidades de sus heridas. La única pista acerca del asesino que habíamos encontrado era un retazo de tela, decidimos que lo mejor era regresar a la estación para analizar el retazo de tela.
De regreso a la estación policial mencionaron sobre un altercado en una bodega que quedaba a tres cuadras de la escena del crimen, me llamo la atención que el altercado y el asesinato habían sido simultáneos, al inicio pensé que era coincidencia debido a mi falta de experiencia en las fuerzas policíacas. Decidí que fue mucha investigación por ese día por lo que me despedí de mis colegas y retorné a mi hogar. Vivía en un departamento de soltero ubicado en el Jirón Bolognesi que se encontraba en el centro de la ciudad; lo primero que hize al abrir la puerta de mi departamento fue dirigirme directamente a mi cuarto y me tiré en mi cama, tan cansado estaba que me dormí inmediatamente y tuve un sueño extraño. Eran las 5 de la tarde y estaba en la estación realizando el papeleo correspondiente del caso al cual había sido asignado cuando se abre la puerta y entra un joven, de unos veinte años de edad, desesperado pidiendo ayuda; pedimos que se calme cuando suena una explosión en la sala contigua y todos nos sobresaltamos.
-Qué fue eso.-dijo el teniente
-Musulmanes.-dije yo
-Calla idiota.-dijo un policia-no es momento para que hagas tus estúpidas bromas.
Ignoré completamente su respuesta y me dirigí hacia el lugar de la explosión con mucho sigilo y mi arma en mano, al llegar al lugar de la explosión a primera vista solo habían escombros; uno de mis compañeros fue hacia un rincón y quedo paralizado.
-Vengan a ver.-dijo sorprendido
Todos acudimos al llamado y quedamos totalmente paralizados de miedo.